La cueva del Indio
Descripción
LA CUEVA DEL INDIO: UN VIAJE AL INFRAMUNDO EN NORTE DE SANTANDER.
Hola, duendes viajeros. Hoy les compartiré una de las rutas más increíbles que he disfrutado en el departamento, en una cueva que los ancestros catalogaron como la puerta al inframundo. Acompáñenme en esta aventura que puso a prueba mis miedos y me recordó la grandeza de la naturaleza.
Para disfrutar de esta maravilla natural debes dirigirte a Arboleas. Un municipio con más de 9.000 pobladores, que están dispuestos a recibirte con los brazos abiertos y mostrarte lo lindo de su cultura.
Una vez allí, nos alistamos para salir al corregimiento Castro, que se encuentra a hora y media de donde estábamos por una carretera totalmente destapada que exige al máximo la destreza de los conductores.
Llegamos a nuestro punto de partida. Una hermosa finca entre las impotentes montañas del Nororiente colombiano. Descargamos nuestras cosas y sin perder tiempo, alistamos nuestros equipos: Linternas, cascos, ropa que cubriera la mayor parte del cuerpo y zapatos cerrados. En ese momento ya podía sentir ansiedad, pero no sabía con lo que me iba a encontrar.
Después de una pequeña charla del guía, nos dirigimos a la cueva del Indio, (algunos la llaman también la cueva de San Miguel). Pero para llegar a ella, primero debíamos atravesar los cultivos de café. Ese recorrido nos tomó aproximadamente 20 minutos.
Llegamos sudando a cántaros, esa pequeño trayecto, solo la punta del iceberg.
Como si se tratara un cuento de los hermanos Grimm la montaña abría sus fauces mostrándonos una pequeña abertura de la cual brotaba agua helada. Esa misma agua, que había formado cúpulas enormes por miles de años y que yo, estaba a punto de conocer.
Por recomendación de nuestro guía, antes de iniciar. Hicimos una pequeña meditación, pidiéndole a la montaña permiso para ingresar, pues ya adentro. Estaríamos a la merced de lo que ella quisiera hacer con nosotros.
Algo que me pareció muy curioso es que justo a la entrada, se encontraba una cueva más pequeña, que al preguntar por ella, me dijeron los habitantes del sector, que ahí vivía un duende, que era el encargado de custodiar la entrada.
Me llené de valor y ya en la entrada, vi que no sería como ir a una cascada. Para ingresar, debía subir unas escaleras de las cuales brotaba una gran cantidad de agua, ese estrecho, era nuestro primer reto. Una vez adentro, una sensación de paz y de asombro me conmovió. Me encontraba en el interior de una montaña y en ella, podíamos ver animales increíbles. Hasta arañas de 12 patas.
La cueva se abría por momentos, mostrándonos cúpulas de más de 4 metros de altura.
Haciéndonos sentir pequeños al lado de esa majestuosidad. Dentro de la cueva comenzamos a subir, un recorrido bastante seguro si llevas los equipos necesarios. Mientras subía, podías sentir como la montaña respiraba y hablaba, sonidos que recorrían la cueva reconfortando el alma y te motivaban a seguir adelante.
En un momento, tuve que arrastrarme muchísimo por casi 4 metros. Mi corazón estaba a tope pero la confianza de mis compañeros y el guía, me dio la tranquilidad para superar mi semiclaustrofobia, por llamarlo de esa manera. Después de eso, encontramos una caída de agua en forma de cascada y claro, no dude un minuto en sumergirme en ella.
Algo que me pareció extraordinario es que el reloj biológico se altera totalmente. En un punto pensé que llevábamos 15 minutos en la cueva y cuando me di cuenta, ya había pasado hora y media. Otra anécdota que me llenó el espíritu, es que un punto. El guía nos pidió apagar las luces de nuestras linternas y lo hicimos. No se ve absolutamente nada. En ese instante, hicimos un momento de reflexión, donde nos conectamos con la pacha mama y dejamos nuestros problemas atrás.
